Barómetro

Cómo funciona un barómetro y para qué sirve

Un barómetro es un instrumento diseñado para medir la presión atmosférica, es decir, el peso que ejerce el aire sobre la superficie terrestre. Esta presión varía según la altitud, la temperatura y las condiciones meteorológicas, siendo un indicador fundamental para predecir cambios en el tiempo. El barómetro es, por tanto, una herramienta esencial en meteorología y navegación.

Existen dos tipos principales de barómetros: el de mercurio y el aneroide. El barómetro de mercurio, inventado por Evangelista Torricelli en el siglo XVII, consiste en un tubo de vidrio lleno de mercurio invertido sobre un recipiente con el mismo líquido. Cuando la presión atmosférica aumenta, empuja el mercurio hacia arriba dentro del tubo; cuando disminuye, el nivel desciende. La lectura se realiza en milímetros de mercurio (mmHg) o hectopascales (hPa). Este sistema es muy preciso, pero por la toxicidad del mercurio se utiliza hoy en día menos.

El barómetro aneroide, por el contrario, no utiliza líquidos. Funciona con una pequeña caja metálica hermética, llamada cápsula aneroide, que se deforma según la presión del aire. Esta deformación se transmite mediante un mecanismo de palancas y resortes a una aguja que indica su valor en una escala graduada. Es más ligero, portátil y seguro, por eso es el más común en aparatos domésticos y equipos de montaña.

¿Para qué sirve un barómetro? La presión atmosférica está directamente relacionada con los fenómenos meteorológicos. Cuando la presión desciende, indica que se aproxima una zona de baja presión, asociada a nubes, lluvia o tormentas. Si la presión sube, significa estabilidad y buen tiempo. Así, los barómetros permiten anticipar cambios en el clima con horas o incluso días de antelación. Además, son útiles para calcular la altitud, ya que la presión disminuye a medida que subimos en altura, lo que les hace indispensables en aviación y montañismo.

En suma, el barómetro es un instrumento sencillo pero vital para comprender la atmósfera. Tanto si es un elegante barómetro de mercurio como un práctico aneroide, su función sigue siendo la misma: ayudarnos a interpretar las señales invisibles del aire para predecir el tiempo y orientarnos en nuestro entorno.